Fotografía: José Valiente
Diseño: Isidoro Flores
Fecha de solicitud: 5-09-08
Fecha de aprobación: 10-09-08
Primer día de circulación: 18-09-2008
Tirada: 225 sellos
Es Jarandilla una de las más importantes localidades de la próspera comarca de la Vera, al noroeste de la provincia de Cáceres. El castillo se levanta al noroeste de este población, dominando el caserío.
La localidad fue aldea de Plasencia en la Edad Media, desde los tiempos de Alfonso VIII hasta siglo XIV, concretamente hacia 1369, año en que Enrique II hizo donación de la misma a D. García Alvarez de Toledo.
Con esta familia, Jarandilla pasa a integrarse en el Condado de Oropesa, reforzándose las antiguas defensas que permanecieron en servicio hasta que, a mediados el siglo XV, se construye el castillo que estudiamos. En los años cuarenta de la mencionada centuria se llevaban a cabo obras de construcción de la fortaleza, lo cual motivó diversas reclamaciones y pleitos del Conde de Plasencia, al denunciar las tareas constructivas de Fernando Alvarez de Toledo, lo que sin duda encerraba considerable peligro la jurisdicción de Plasencia.
El castillo se constituía con tres recintos cuadrangulares concéntricos, en desigual estado de conservación actualmente , fabricado de mampostería y sillería prevaleciendo la regularidad de su trazado. Desde los años sesenta del pasado siglo, y tras diversas obras de adaptación, es utilizado como Parador Nacional de Turismo.
Del recinto exterior sólo son visibles escasos restos , constituyéndose a modo de muro de contención en los flancos occidental y meridional, con gran altura dado el desnivel existente entre el altozano donde se emplaza el castillo y el piso del terreno circundante.
En el segundo recinto pueden destacarse los lienzos del flanco septentrional, jalonado con cubos cilíndricos ; asimismo se aprecian muros de escasa alturaen oriente y mediodía. En la confluencia de éstos destaca una interesante estructura construida por dos cubos o torrecillas cilíndricas , entre las que se abre la puerta de acceso de este recinto. Se conservan también aquí restos del primitivo foso, el cual se superaba originariamente con un puente levadizo. Aún son visibles las almenas y adarves que unen ambos torreones sobre la puerta, así como varias troneras abiertas desde el interior de su cuerpo bajo.
Pero es sin duda el recinto interior el que ofrece mayor interés pese a las transformaciones experimentadas. Es de forma rectangular, organizado en torno a un patio central, flanqueado en todos sus lados por edificaciones adosadas a los lienzos; consta de dos plantas completándose con torres en los ángulos, cilíndricas a mediodía y prismáticas al norte. La puerta de acceso se abre en el lienzo del mediodía.
En el ala septentrional se encuentran los pabellones más nobles, abiertos al patio a través de una atractiva galería, con cuatro arcos escarzanos sobre pilares octogonales en la planta baja y otros tantos arcos carpaneles en el superior, protegida esta última por una balaustrada de crecería gótica.
Tanto las torres cuadrangulares de los ángulos del norte, como las cilíndricas de las del mediodía, son huecas en su interior. Las primeras son de mayor complejidad y de gran porte. Todas van coronadas con canecillos donde descansaban los pretiles y almenas del remate, actualmente inexistente.
Pueden contemplarse en distintos paramentos escudos de diversos linajes, algunos incorporados tras las distintas restauraciones, siendo originarios los que corresponden a los Álvarez de Toledo.
Fue residencia del Emperador Carlos I a la espera de que se concluyera la construcción de su última morada junto al Monasterio de Yuste.
La localidad fue aldea de Plasencia en la Edad Media, desde los tiempos de Alfonso VIII hasta siglo XIV, concretamente hacia 1369, año en que Enrique II hizo donación de la misma a D. García Alvarez de Toledo.
Con esta familia, Jarandilla pasa a integrarse en el Condado de Oropesa, reforzándose las antiguas defensas que permanecieron en servicio hasta que, a mediados el siglo XV, se construye el castillo que estudiamos. En los años cuarenta de la mencionada centuria se llevaban a cabo obras de construcción de la fortaleza, lo cual motivó diversas reclamaciones y pleitos del Conde de Plasencia, al denunciar las tareas constructivas de Fernando Alvarez de Toledo, lo que sin duda encerraba considerable peligro la jurisdicción de Plasencia.
El castillo se constituía con tres recintos cuadrangulares concéntricos, en desigual estado de conservación actualmente , fabricado de mampostería y sillería prevaleciendo la regularidad de su trazado. Desde los años sesenta del pasado siglo, y tras diversas obras de adaptación, es utilizado como Parador Nacional de Turismo.
Del recinto exterior sólo son visibles escasos restos , constituyéndose a modo de muro de contención en los flancos occidental y meridional, con gran altura dado el desnivel existente entre el altozano donde se emplaza el castillo y el piso del terreno circundante.
En el segundo recinto pueden destacarse los lienzos del flanco septentrional, jalonado con cubos cilíndricos ; asimismo se aprecian muros de escasa alturaen oriente y mediodía. En la confluencia de éstos destaca una interesante estructura construida por dos cubos o torrecillas cilíndricas , entre las que se abre la puerta de acceso de este recinto. Se conservan también aquí restos del primitivo foso, el cual se superaba originariamente con un puente levadizo. Aún son visibles las almenas y adarves que unen ambos torreones sobre la puerta, así como varias troneras abiertas desde el interior de su cuerpo bajo.
Pero es sin duda el recinto interior el que ofrece mayor interés pese a las transformaciones experimentadas. Es de forma rectangular, organizado en torno a un patio central, flanqueado en todos sus lados por edificaciones adosadas a los lienzos; consta de dos plantas completándose con torres en los ángulos, cilíndricas a mediodía y prismáticas al norte. La puerta de acceso se abre en el lienzo del mediodía.
En el ala septentrional se encuentran los pabellones más nobles, abiertos al patio a través de una atractiva galería, con cuatro arcos escarzanos sobre pilares octogonales en la planta baja y otros tantos arcos carpaneles en el superior, protegida esta última por una balaustrada de crecería gótica.
Tanto las torres cuadrangulares de los ángulos del norte, como las cilíndricas de las del mediodía, son huecas en su interior. Las primeras son de mayor complejidad y de gran porte. Todas van coronadas con canecillos donde descansaban los pretiles y almenas del remate, actualmente inexistente.
Pueden contemplarse en distintos paramentos escudos de diversos linajes, algunos incorporados tras las distintas restauraciones, siendo originarios los que corresponden a los Álvarez de Toledo.
Fue residencia del Emperador Carlos I a la espera de que se concluyera la construcción de su última morada junto al Monasterio de Yuste.